Resultados de una encuesta publicada por la revista Investigación y Ciencia
Los científicos tienen su parte de responsabilidad a la hora de tomar decisiones políticas sobre temas relacionados con la ciencia y la tecnología. Tras la reciente pandemia gripal, hubo voces que acusaron a la Organización Mundial de la Salud de exagerar el peligro de la gripe A por conflictos de interés (algunos científicos miembros del comité de la OMS que recomendó el almacenamiento de fármacos antivíricos tenían conexiones con la industria farmacéutica). Otros casos similares en materia de cambio climático o fuentes de energía han podido mermar la confianza del público en la ciencia y los científicos.
Para averiguarlo, la revista Scientific American (cuya versión en español es Investigación y Ciencia), en asociación con su publicación hermana Nature, propuso a sus lectores realizar una encuesta internacional en línea. Las sedes de estas revistas recibieron más de 21000 respuestas. Antes de comentar los resultados, es importante pensar en la representatividad de la muestra, ya que –tal y como han expresado en forma de queja algunos de los lectores en la página web de Scientific American– las respuestas obtenidas provienen de un colectivo científicamente culto (19% declaró tener un doctorado) y no de una amplia muestra social escogida al azar. Para algunos, este sesgo metodológico ofrece una visión distorsionada de la ciencia vista por el público. Para otros, es un reflejo de las preocupaciones actuales de un sector de la sociedad interesado en la ciencia y la labor desarrollada por los científicos.
Los encuestados expresaron un alto grado de confianza en los científicos en cuestiones de importancia social (80%), con un margen notable respecto a otros colectivos (amigos o familiares, ONG, plataformas ciudadanas, periodistas, empresas, autoridades religiosas, etc.). Con respecto a las opiniones de los científicos o sus juicios de valor, tres fueron los temas que merecieron mayor confianza: los relacionados con la evolución (86%), las energías renovables (82%) y el origen del universo (80%).
La pregunta “¿Deben implicarse los científicos en la política?” cosechó una amplia diferencia de opinión según el origen del encuestado. Así, los estadounidenses y alemanes se mostraron más favorables a la presencia de científicos en la vida política que sus homólogos chinos (un 45% de los cuales respondieron que los científicos deben mantenerse al margen de la política, frente a 17% de los estadounidenses y 8% de los alemanes).
La mayoría de los encuestados sostuvo que es rentable invertir en investigación científica. Tres de cada cuatro personas estuvieron de acuerdo en afirmar que la inversión en ciencia no debe menguar, incluso en tiempos de austeridad. A la pregunta “Si se mantuviera la financiación de la ciencia, ¿qué otras áreas deberían recortarse?”, la respuesta mayoritaria fue la defensa (82% en España, 7 puntos por encima del promedio mundial), muy por delante de los servicios sociales o la educación.
En el capítulo de tecnofobias, la preocupación por la energía nuclear (47% de los encuestados opinan que habría que poner freno a su desarrollo) es mucho mayor que la de otras tecnologías, llámense nanotecnología (26%), transgénicos (22%) o investigaciones con embriones humanos (8%). Los europeos están mucho más preocupados en materia de energía nuclear (66%) o de cultivos transgénicos (27%) que los estadounidenses (18% y 13%, respectivamente), mientras que estos últimos se muestran más inquietos al considerar los riesgos asociados con la nanotecnología (28%) que los europeos (23%).
La mayor discrepancia entre los estadounidenses y europeos se expresa al valorar el grado de confianza en los científicos sobre la pandemia gripal. Mientras en Estados Unidos 69% de los encuestados declaran su confianza en los científicos, solamente 31% de los europeos lo hacen. El revuelo suscitado en Europa, motivado por los vínculos de algunos científicos con las grandes compañías farmacéuticas, parece ser el responsable de esta desconfianza.
Por lo que respecta a la visión sobre el cambio climático, la encuesta indica que los brasileños (63%) y chinos (61%) están cada vez más convencidos de que la actividad humana está alterando el clima. En España, 36% de los encuestados se declaran más convencidos que antes, 11% menos convencidos, y 53% no ha cambiado de opinión. Los que menos han modificado su opinión al respecto en los últimos meses son los japoneses, franceses, ingleses, australianos y estadounidenses, lo que sugiere que los encuestados de estos países tienen una menor certeza de la influencia humana en el cambio climático.
Xabier Pereda Suberbiola e Ignacio Díaz Martínez
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